A parte que las medidas de COVID dejan mucho que desear, acudimos a la pista con la entrada ya pagada y después de hacer una cola bastante larga nos encontramos con que las taquillas funcionaban con una moneda y nosotros no teníamos efectivo. Buscamos un trabajador y hablamos con el chico de canas de la puerta, el que nos tomó la temperatura al entrar. Le pedí ayuda (alguna alternativa como que nos guardasen los zapatos, pagar por tarjeta, Bizum, que nos dejaran una ficha...) y nos dijo que no podíamos hacer nada, que literalmente “nos aguantáramos”. Le dije que si podia devolver la entrada y me dijo que no, no me daba ninguna solución y además me trató fatal y súper borde, despreciándome. Me veía impotente, no podía hacer nada y ese hombre parecía que quería fastidiar, incluso pregunte a otra trabajadora que estaba cerca y le dijo “pasa de él”... INCLEÍBLE. Decidí ir al vestuario donde la chica de los patines me ofreció guardarme los zapatos, muy maja. Menos mal que ella sí que me ayudó, el otro chico no debería trabajar de cara al público, súper desagradable y maleducado. No recomiendo ir si esta ese hombre trabajando porque si tienes un problema “te aguantas”. Súper mala experiencia.

Está muy bien para pasar la tarde. Tienen trineos de iniciación y dan clases para aprender y perfeccionar. Hay taquillas para dejar las pertenencias. Hay que llevar guantes, por supuesto. Tienen un bar al lado de la pista. Se celebran cumpleaños. Para mí el mejor día es el viernes. Se puede entrar a partir de las 18 :30.