Esta antigua capital no oficial de Francia está situada a tan solo unos 16 km de París y se puede llegar en tren de una forma muy sencilla. Aunque al Palacio de Versalles se lo ha considerado durante siglos como una representación del lujo más ostentoso, la experiencia de contemplarlo en persona deja impresionado a cualquiera. No es necesario pagar nada para acceder a los majestuosos jardines del palacio, pero bien merece la pena comprar una entrada de un día para verlo por dentro. Tras la visita, hasta tu hotel de lujo te parecerá mucho más anodino.

El pasado está presente en Ruan, donde la torre de la iglesia gótica se eleva sobre calles con entramado de madera y museos de historia. La capital ribereña de Normandía también ofrece algunas de las mejores opciones gastronómicas de la región, desde quesos que vienen directamente de la granja hasta ostras obtenidas en su costa cercana.

Dominada por su descomunal catedral del siglo XIII y situada cerca de los monumentos de la Batalla del Somme, Amiens combina monumentos históricos con la juvenil energía de una ciudad universitaria. Les Hortillonnages d'Amiens (los jardines de mercados flotantes), la casa de Julio Verne y los bares y restaurantes de Quartier St-Leu le dan aún más atractivo.

Pulida para brillar después de siglos de asedio y guerra, Orleans rinde homenaje a su salvadora, Juana de Arco, en prácticamente todos los rincones. La ciudad de entrada del valle del Loira une su orgullosa historia con museos de primer nivel y un prolijo transporte público que se desliza por sus bulevares.