Desde que llegamos al Hotel todo fue mágico: su ubicación al pie de los Andes, el camino entre los árboles y viñedos, hasta encontrarnos con un hermoso casco rodeado de vides. La atención, la hospitalidad y el esmero del personal por que lo pasáramos de maravilla se notó en cada momento.
Más allá de que estructuralmente es hermoso y posee todas las comodidades que uno espera, el hotel es impecablemente limpio, tranquilo y sus habitaciones enormes y bien equipadas. El punto floco en este área es el wifi que no tienen tanto alcance y no llega a las últimas habitaciones. Asimismo, el aire acondicionado de nuestra habitación no era frío/calor y si toca alguna noche fresca hay que solicitar mantas extra (que amablemente nos dieron y super abrigadas)
Por el lado gastronómico, posee una carta pequeña pero bien balanceada, lo que no quita su gran calidad. El esmero del chef se nota en cada plato (probamos todos) y la verdad es que hay que sacarle el sombrero; realmente de gran nivel y todo muy fresco, con verduras de la huerta orgánica que poseen detrás del hotel. La pastelería también, el budín de quinotos, naranja y romero es una delicia.
El punto flojo y en el que deberían mejorar es en el desayuno. Sin bien la frutas que sirven son super frescas y la mermelada y el pan son caseros, el café es de filtro, las medialunas parecen de McDonnads y el jugo un poco rebajado. Como sugerencia, sumaría a la carta alguna tabla de quesos, fiambres y un desayuno un poco más abundante con opciones saladas.
Por otra parte, se destaca su gran bodega y variedad de vinos. Ideales para maridad cualquiera de los exquisitos platos que sirven. En particular nos encantó el vino de la casa “Villa Mansa Malbec 2019”. Se trata de un vino de alta gama a precio de un gama media. Por aroma, complejidad y final en boca es digno de llevarse una caja ( o dos) a casa, ya que solo se consigue en el hotel (sus uvas provienen de la exclusiva finca que lo circunda).
También pudimos disfrutar del spa con unos exquisitos masajes descontracturantes en un muy lindo ambiente que tienen preparado en el primer piso con vista a las montañas.
Otro punto a destacar son los amenities, con un área de gimnasio al aire libre bastante completa y un SUM y sala de juegos con mesa de pool, ping pong y metegol para esparcimiento. En el centro del hotel está su hermosa piscina totalmente equipada con ducha y reposeras ergonómicas, super cómodas y que no se calientan con el sol.
En resumen, pasar por Villa Mansa fue una experiencia maravillosa que nos llenó de encanto, de relax y de disfrutar el sol, la naturaleza y la gastronomía, acompañados siempre de un buen vino. Una parada super recomendada si quieres visitar Mendoza.