No recuerdo ningún sitio en el que me hayan hecho sentir tan incómoda. De ser menos educados, nos hubiésemos marchado antes de pedir la cena.
Pretendíamos picar algo y tomar una copa de vino pero parece ser que a Patri (la dueña y camarera) no le pareció bien. El vino lo vendía solamente por botellas. Pedimos una de Viñas del Vero, pero al ser el mas barato nos dijo que no, que ese era muy malo e insistió en que probáramos uno bastante mas caro, incluso nos sirvió sin pedirlo un poco del que ella quería vendernos. No quisimos probarlo y le pedimos agua. Solo entonces, accedió a servirnos una copa de vino en lugar de una botella. Eso es el principio, me ahorro todo lo que vino después con la comida, pero solo puedo decir que el comportamiento de Patri fue bastante a peor, cerca de nosotros todos el tiempo, diciendo sandez tras sandez y haciéndonos sentir mas y mas agobiados por minutos. El momento de pagar no pudo ser mas tenso, con Patri encima de nosotros mirándonos con una cara de odio que no lográbamos entender.
La ensalada de tomate a 18€ un desastre, por cierto. Creo que volcaron el tarro de sal encima para darle algo de sabor:
En fin, justo enfrente hay otro restaurante con un nombre muy curioso. Creo que el carácter de Patri tiene algo que ver con el nombre de dicho sitio. O no, nunca lo sabremos. Lo que sabemos a ciencia cierta es, que nunca, bajo ningún concepto, volveremos a entrar en ese sitio. Y pasar por la puerta tampoco, por si acaso.