El hotel por fuera es feo ( está en una zona tranquila, eso si) y por dentro es viejo y feo. Unas escaleras imposibles y un ascensor claustrofóbico. Las habitaciones viejas y con una cama super incómoda. La salva un poco el baño recién reformado. El desayuno muy justito en variedad y ni se te ocurra pedir que te hagan una tortilla pues sólo es posible lo que hay. No entiendo mucho que lo catalogan como hotel con encanto, la verdad. En cuanto a lo de estar bien situado, está a 30 minutos andando del arco del triunfo y a 15 del metro más cercano.