Todo empieza cuando llegas al hotel y llamas por teléfono para que te indiquen donde está el parking indicado en el anuncio, el recepcionista te indica que es la calle, que dicho aparcamiento no existe. Una vez allí la habitación era muy fría y solamente disponíamos de un aparato de calefacción que se basaba en un ventilador por el que a penas salía aire caliente y que hacía mucho ruido. Tuvimos que dormir con las mantas que había en el armario. Las toallas del baño eran acortonadas y no había jabón ya que solo disponían de un dispensador en la ducha y otro en el lavabo. Allí parece que les gustan mucho los dispensadores ya que los utilizaban hasta para el papel higiénico en el que tienes que sacar trocito a trocito para limpiarte. En la ducha a penas salía agua caliente, no tenía presión, fuimos a indicarlo a la recepción y nos dijeron que la bomba se había estropeado por lo que prácticamente tuvimos que ducharnos con el agua fria. Las puertas de las habitaciones no cierran correctamente ya que tuvimos muchas dificultades porque con un empujón de la mano se volvía a abrir... las paredes son de papel, se oye todo el exterior, de hecho parecía que la gente estaba en el interior de la habitación, la cual tenía bastante humedad... un desastre vamos. Lo único que se salva es la cerca posición al metro.