Una experiencia distinta, te recoge un barco en el que te sirven un aperitivo típico holandés, todo natural, "hecho en casa", después de un viaje de 45 minutos llegas a un islote, en mitad de la nada, sólo ves unos faroles bajando al muelle, te lo entregan y ESPECTÁCULO INCREÍBLE! Bajo una loma aparece un búnker, reformado, con decoración preciosa, chimeneas y estufas de leña por todas partes, una preciosa cocina a la vista, una enorme hoguera ardiendo en el exterior rodeada de bancos para calentarte, cabras y ocas , un faro y una casita iluminada, es de cuento... al fondo las luces de Amsterdam, es realmente impresionante... la comida no es el principal aliciente, es un menú basado en la comida típica holandesa de los años 50, todo orgánico, con productos que apenas se utilizan, resaltaré el queso, hecho esa misma mañana y el pan, también casero, el resto, salvo el plato principal que era ciervo, nada reseñable, pero es una experiencia, a pesar de la comida, que creo merece la pena! A la vuelta en el barco, queso, trufas y licores. No es la típica excursión de turistas, de hecho, salvo nosotros eran todos holandeses, hay q reservar mínimo un mes antes y en verano debe ser impresionante.