He pasado una semana con mi familia en este hotel. Los dueños son super amables. Nos han dado montones de planos, rutas e instrucciones para que nuestras visitas fueran un éxito. Las habitaciones son limpias y espaciosas. La piscina siempre tiene el agua transparente, pero lo mejor son los desayunos, tanto por el surtido de embutidos típicos de la Toscana, como por las fritatas, verduras en tempura y demás preparados por la dueña, que se luce más aún con la repostería que cada día varía: tiramisú, buñuelos de manzana, tartas de chocolate, de oreos, de plátano, brazos de gitano de naranja, de chocolate, etc. Pero la mejor sorpresa de todas nos la llevamos el día de nuestra marcha. Como nos íbamos a ir allá las 6h30min preguntamos al dueño a quién dejábamos las llaves por la mañana y nos encontramos con que el personal del hotel había llegado media hora antes para podernos dar un croissant recién hecho para cada uno y servirnos un café. Como mi hija y yo no bebimos nada nos dieron un tetrabrick de naranja de litro para el viaje a Barcelona, más vasos y servilletas de papel. Más que de un hotel parecía que nos íbamos de casa de la familia. Desde aquí les damos las gracias por todo.Más
- Wi-Fi gratis
- Estacionamiento gratis