El edificio es espectacular. Una casona colonial de preciosa decoración e inmejorable ubicación, en un costado del Convento de Santa Catalina. El personal de recepción, ni bueno ni malo, un poco ajenas a todo. Tienen expositores con artesanía de alta calidad que no pude dejar de comprar.
La habitación que me tocó estaba idealmente situada, parece la torre de la princesa, desde el segundo piso se sube un tramo de escaleras que sólo lleva a esa habitación, un lujo.
Sin embargo, al entrar en la habitación, me sentí estafado. La alfombra que recubre la totalidad del suelo estaba vieja y sucia, así como las cortinas. Toda la habitación necesita renovación urgente. Las ventanas, así como el lavamanos estaban manchadas de pegamento. Todo viejo y descuidado. Atención porque conozco la diferencia entre una antigüedad y el mal estado de las cosas.
Encima tienes que soportar que en la habitación haya un folleto impreso en papel de máxima calidad y a todo color, donde sólo aparecen fotos de las habitaciones renovadas.
Yo me acuesto pronto y me levanto temprano, así que no me molestó el ruido de las obras que están haciendo para construir nuevas habitaciones. Lo que sí me molestó es que se pongan a ampliar el edificio (que a demás debería estar protegido por su valor histórico) antes de renovar las habitaciones que ya están construidas y por las que están cobrando demasiado dinero para el deplorable estado en el que se encuentran.
Me dí un masaje que fue muy bueno. El spa, cuya arquitectura es impresionante, estaba frío, a pesar de que reservé el servicio con antelación. No pude meterme ni en la piscina ni en el jacuzzi de lo fría que estaba el agua.
El restaurante es un italiano que, con la gran calidad de la gastronomía arequipeña, me parece una pérdida de tiempo.
En conclusión, este sitio es muy caro para lo que ofrece.