Fuimos un sábado al mediodía, pero de fin de semana largo, por eso tal vez no había mucha gente. El ambiente es tranquilo, con gente aparentemente del barrio en la barra. La decoración es sencilla, rústica, y si bien podría ser un poco más cuidada, en conjunto es agradable. Fuimos con la idea de comer pescado, que era lo que nos habían recomendado, por lo que sinceramente ni miramos las otras opciones (carne, pastas). Éramos cuatro personas y para empezar pedimos una tabla de mar que venía recomendada para dos personas. Lo que traía era variado: empanaditas de pescado, croquetitas también de pescado (o de krill... no recuerdo), quesadillas de camarones, chipirones, mejillones a la provenzal, langostinos y un trozo de pescado con papa "aplastada". Todo muy rico, bien preparado y nada pesado. La idea era pedir luego un plato cada uno pero la tabla para dos había estado bien servida. Así que compartimos dos platos: el mismo pescado de la tabla con la papa, sencillísimo pero muy rico, y camarones al ajillo, que también vienen con papa, muy buenos. Los ingredientes de la tabla y de los dos platos de pescado eran evidentemente todos muy frescos. También compartimos dos postres, de los cuales no había mucha opción: un brownie y un volcán de chocolate, ambos con helado de maracuyá. Muy buena combinación, suave el chocolate, nada empalagoso. Los tiempos fueron adecuados, tal vez en parte porque había poca gente. Demoró un poco más la tabla, seguramente por tratarse de varias cosas diferentes, ya que se notaba que todo estaba hecho en el momento (mientras esperábamos degustamos un rico pan casero con queso blanco y aceite de oliva). El motivo para no darles el máximo puntaje es que no aceptan tarjeta de crédito. Vamos a volver!