El hotel es una antigua hacienda donde se producía pisco, lo cual hace que tu imaginación vuele y recrees la vida en esos tiempos. Me pareció fascinante. Está lleno de plantas y espacios cuidados y conservados. Tiene una piscina pequeña pero muy bonita, una cama elástica grande ideal para que los niños jueguen, así como una salita de juegos y cuentos infantiles. El desayuno fue bueno. La comida del restaurante del hotel muy buena y a precios bastante razonables. Los mozos encantadores y en general todo el personal siempre atento: El personal de recepción dispuesto a ayudar y a solucionar problemas cuando lo que uno reservó y pagó no coincide con lo que le dan.
Cuando llegamos fue decepcionante porque mi habitación (una triple) estaba en un pequeño edificio al fondo de la hacienda, oscura y fea, me vino a la cabeza la cuadra de un cuartel. Inmediatamente fui a reclamar a recepción y la suite de mi hija no pasaba de ser una pequeña y oscura habitación con una cama grande.
Felizmente solucionaron el problema.
Fuimos en Semana Santa (pésima decisión porque los precios suben demasiado).
La iluminación del hotel es muy tenue, lo cual hace que sus preciosos espacios libres no puedan ser utilizados en la noche, que es cuando uno está en el hotel.