En este hotel se respira paz y tranquilidad desde el momento en el que llegas, para nosotros fue un plus que no aceptaran niños ya que lo que buscábamos era precisamente relajarnos, y no nos equivocamos, este sitio es mágico, el tumbarte en la tumbona y disfrutar de las vistas con los sonidos de la naturaleza, fue realmente impresionante.
Las habitaciones son súper amplias y muy cómodas, nos encantó el detalle de botellas de vidrio en la refri y la cafetera hace un café espectacular, todo está súper limpio y tienen unas vistas espectaculares, con vistas al mar y a toda la selva que lo rodea, despertarte y salir a la terraza para disfrutar del paisaje no tiene precio.
Muy buen desayuno! Tostadas, fruta recién cortada, y puedes elegir entre muchas cosas deliciosas que te cocinan en el acto y no recalentado como pasa en muchos otros sitios.
El trato fue excelente desde antes de llegar al hotel, nos pusimos en contacto con ellos para reservar y todo fue facilísimo, Virginia y su familia hacen un trabajo excepcional, siempre pendientes de si necesitamos algo, y nos dieron muchas recomendaciones de restaurantes y playas que nos encantaron.
Realmente es un pequeño paraíso en Tamarindo ya que está lejos de la multitud pero sólo a 6 minutos en coche del centro, estamos deseando volver, muchísimas gracias por hacer que nuestras vacaciones fueran espectaculares.