Escogimos este restaurante para una cena familiar porque al ser lunes, muchos otros restaurantes ya conocidos estaban cerrados. Pedimos frito de marisco(insulso), chipirones(mediocres), champiñones al ajillo(deliciosos), pimientos de padrón(estaban en su punto) y pan con alioli. Lo que más me sorprendió fue la velocidad de los camareros a la hora de retirar platos y cubiertos; apenas habíamos terminado y teníamos pensado pedir una segunda ronda de tapas, pero no nos dieron opción, así que pasamos directamente a los postres, que tampoco eran nada del otro mundo. Finalmente, nos invitaron a un chupito y todo salió a 16 euros por cabeza con propina incluida. No estuvo del todo mal, pero no volvería...