Imagino que a muchos de nosotros nos pasa que cuando conoces un gran sitio (entorno, restaurante, hotel…) sentimos una cierta tentación o un impulso a reservarnos ese descubrimiento para que, de esta manera, podamos seguir disfrutándolo como hasta ahora. Esto es lo que yo y mi familia sentimos por el Hotel Lombina. Un hotel muy cómodo, familiar, con buenas instalaciones (la piscina está muy bien), un servicio muy atento y con detalles que se agradecen (mi hija y su batido de chocolate lo atestiguan), un lugar privilegiado, unas playas preciosas, muchas alternativas para pasear, correr, comer…
Bueno, ya he compartido el secreto.